sábado, 13 de septiembre de 2014
El culero.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que me vuelto una persona verdaderamente indeseable e implacentera. Quienes me rodean es gente que me conoce desde hace mucho tiempo y gente que tiene que estar conmigo por lazos sanguíneos.
Los amigos que me rodean son también, personas indeseables, pesimistas y con un alto, altísimo sentido crítico.
Es tal vez, porque en nuestro derecho de mantenernos informados podemos alzar nuestra sensibilidad al máximo y tratar de encarnar una empatía, de vez en cuándo en la búsqueda del bien común.
Ah! Ahí está. ¿De quienes hablamos cuándo buscamos el bien común? ¿De una comunidad? ¿De cuál?
La noción del bien y el mal se remonta epistológicamente a la filosofía del siglo ante pasado. Hay muchas corrientes que van desde la perspectiva de la fenomenología hasta el sentido común de la moralidad vista de la ilustración a través de la razón y el orden civil y la contra corriente a través de los sentimientos humanos pasionales (Emociones). En lo que todos coincidimos es: En que o se es culero, o no se es culero. Y todos, absolutamente todos, sabemos que es un culero.
Con eso claro, avanzo a mi siguiente punto. Está la pregunta ¿Si soy culero, con quién estoy siendo culero?
A ver un ejemplo.
Un hombre viola a una mujer. Ese hombre es un gran culero.
Doña Cuento opina al ver la noticia: "Seguro la fulana era una gran puta que no se daba a respetar y por eso la violaron" Doña Cuento: Culera.
La Fulana, o sea la víctima, busca justicia en un sistema como el de Guatemala que lo único que hace es, traspapelar el caso con la certeza de que a menos que ese mismo hombre viola a otras doce mujeres se resolverá el caso. El sistema de justicia Guatemalteca: Que culero.
El hermano de la Fulana se emputa porque nadie hace justicia y él va a matar al violador que deja una viuda y dos hijos. El hermano de la víctima ¿Culero? Dejaré que eso lo decida usted. Solo recuerde, trate de no ser culero a la hora de tomar partido. Piense en la víctima traumatizada de violación, pero también en la viuda y dos hijos que se quedan sin padre culero y sustento diario. (Acuérdese también, que el sistema estatal no ayudará a nadie)
Pienso con esto en una frase del escritor Xavier Velasco. "Una cosa es comerse el plato de mierda y otra cosa muy diferente es pedir un segundo plato".
Para mi, esa frase resume mucho mi estado natural. A pesar de que crecí en un sistema de corrupición e intimidación aún me quedan las fuerzas de rechazar ese segundo abuso. Yo no voy a poner la otra mejilla como dicen los Cristianos.
Sin embargo Guatemala pareciera cada día más a una historia que mezcla un realismo mágico con un realismo sucio. Las cotidianidad pierde mesura y complejidad y sus personajes irreales y vulgares bailan sobre una gloriosa tierra sin ley. Es como una retahila de perosnajes de la lotería con nombre y sin apellido.
Porque cada día la vida vale menos, pero a la vez, aunque irónicamente, cada día la vida está más cara. Y cuándo uno siente, no se está comiendo ese segundo plato de mierda, porque se lo están embarrando en la cara.
domingo, 10 de agosto de 2014
Trinidad y la cara de la conquista.
Un grupo de
señoras se reúne en un café de Beverly Hills un domingo por la tarde. Una de
ellas lleva a tres niños Una mujer un poco obesa, morena y bajita
corretea a uno de esos niños mientras este, hace un capricho porque la servilleta que
cargaba en su mano se mojó.
En el café,
le ofrecen servicio a las mujeres que pagan por una bebida exótica con hojas de
naranja. Uno de los baristas le da a la niñera un vaso de agua con hielo que se
atasca casi inmediatamente.
La madre es da unas galletas a los niños y los deja en una mesa con la niñera.
L madre, luego, camina a una mesa que queda a lado mío y se junta con otras dos mujeres que se ven muy parecida a ellas. Mujeres de mediana edad con lentes oscuros, cabello pintado muy rubio y bolsos de diseñador ostentosos.
La madre es da unas galletas a los niños y los deja en una mesa con la niñera.
L madre, luego, camina a una mesa que queda a lado mío y se junta con otras dos mujeres que se ven muy parecida a ellas. Mujeres de mediana edad con lentes oscuros, cabello pintado muy rubio y bolsos de diseñador ostentosos.
Comienzan a
hablar sobre el lugar, luego sobre automóviles y en algún momento una de ellas
trae al tema a la niñera. A lo lejos escucho que ella se llama: Trinidad. Pero
la mujer a su conveniencia le dice Trinity, porque es más fácil. Of curse. Otra
mujer comenta que poor girl, que se debe cansar mucho porque está muy gorda. La
mujer como en tono de complicidad le dice: I know. Que ha tratado meses para
que Trinity comience a ejercitarse en las mañanas, que hasta le ha dicho que si
quiere, que use las máquinas viejas que están en la casa de la piscina para
hacer ejercicio pero que no quiere, que no lo hace y que es su problema.
Las mujeres cierran el tema y vuelven a hablar de sus cotidianas preocupaciones.
Las mujeres cierran el tema y vuelven a hablar de sus cotidianas preocupaciones.
Me levanto
al baño y cuándo regreso paso al lado de Trinidad y le pregunto que si quiere
que le traiga más agua. Ella dice que no, gracias. Pero que muy amable.
Le pregunto a Trinidad que de donde es y ella me dice que es del Salvador. Yo le dije que le reconocí el acento y ambas reimos un rato. Después de un segundo veo que la madre de los tres malcriados niños le da una mirada a Trinidad. Ella se despide de mi y me desea un buen día con lo que prosigue a echarme una bendición.
La mujer me sigue con la mirada y al final me da una sonrisa. Yo no se la devuelvo, por supuesto.
A los pocos minutos veo a la mujer levantarse y llevarle a los niños unos caramelos que saca de su bolsillo. Los niños los comen. También le da uno a Trinidad que guarda en su bolsa de CVS.
Le pregunto a Trinidad que de donde es y ella me dice que es del Salvador. Yo le dije que le reconocí el acento y ambas reimos un rato. Después de un segundo veo que la madre de los tres malcriados niños le da una mirada a Trinidad. Ella se despide de mi y me desea un buen día con lo que prosigue a echarme una bendición.
La mujer me sigue con la mirada y al final me da una sonrisa. Yo no se la devuelvo, por supuesto.
A los pocos minutos veo a la mujer levantarse y llevarle a los niños unos caramelos que saca de su bolsillo. Los niños los comen. También le da uno a Trinidad que guarda en su bolsa de CVS.
La mujer
regresa a su mesa con el resto de mujeres. Una de ellas le hace un comentario
diciendo que ¡Qué difícil ser mamá!
La mujer
asiente con la cabeza mientras saca su iPhone y se toma una selfie con su grupo
de amigas detrás. Ellas siguen con su tertulia.
En un momento ellas comienzan a hablar de nuevo de Trinidad, y de su peso.
Yo sigo mirando a Trinidad y me alegra saber que los niños ya se calmaron jugando con una tableta.
Veo que Trinidad no está tomando nada así que me dirijo al mostrador a pedir algo que se llama “Limonata” que se ve refrescante, y se lo llevo a Trinidad, como excusa para hablar con ella. Me dice que no, que gracias, y luego de una breve negociación la acepta.
Trinidad
tenía sed. Trinidad tuvo sed también, cuándo cruzó el desierto. Los hijos de
Trinidad no tienen sed, porque las remesitas, los dolaritos que ella les manda
se multiplican un poco cuándo entran a su país. No sin antes pagar una cuota de
envío que los bancos se quedan con cada dinerito que entra.En un momento ellas comienzan a hablar de nuevo de Trinidad, y de su peso.
Yo sigo mirando a Trinidad y me alegra saber que los niños ya se calmaron jugando con una tableta.
Veo que Trinidad no está tomando nada así que me dirijo al mostrador a pedir algo que se llama “Limonata” que se ve refrescante, y se lo llevo a Trinidad, como excusa para hablar con ella. Me dice que no, que gracias, y luego de una breve negociación la acepta.
El hijo de Trinidad está pensando en venirse a Los Estados, a buscar una vida mejor. El tiene catorce años, pero ella lo convence de que no se venga, que válgame Dios me quedo sin mi niño yo no sé que hacer. Ella dice “Yo aguanté venirme, pero yo ya soy una vieja, ¿quién va a querer hacerle daño a una vieja? pero mi niño, por todo se enferma y viera, es bien guapo. ¡Ay no!, Dios mío... todas las cosas que le pueden pasar” Además él es el que maneja la casa. Sin él no hay nadie que administre el dinero y que les siga dando educación a los niños más pequeños que son dos. Una nena de ocho y otro de once.
Trinidad dice también “Viera que ya me intentaron extorsionar a mi niño, porque en el colegio se enteraron de que yo estoy acá y les mando dinero” Entonces se cambió a la escuela nocturna" Pero a Trinidad le da miedo que se junte con mareros ahí. Pero ella confía en que la bondad de Dios no permitirá que su hijo siga malos pasos.
Trinidad sabe que la vida es difícil allá y también lo es acá. Que allá se come otro tipo de mierda.
A su esposo se lo mataron, en una pelea ajena, por defender a un su primo que parece que estaba metidos en una pandilla que robaba carros. Pero así es la vida según Trinidad “La vida cambia de un día a otro, uno ya no sabe, nada más es de pedirle a Diosito que uno pueda seguir adelante”
“Mireme usté, cuidando cipotes ajenos” “Pero con tal de llevarles un pan a la mesa a mis nenes”.
"Trinity" vive en la casa de sus patrones, y no tiene horario de trabajo. Ella está obesa porque su trabajo no le permite comer a las horas que ella quiere. Tampoco le interesa hacer ejercicio. Y no entiende la dieta de sus patrones. Así que por lo general come de la comida de los niños.
Trinidad usa su tiempo libre para tomar clases de inglés y largarse de esa casa lo antes posible. Quiere trabajar de enfermera, su oficio en su país.
Su país, un país donde comía más mierda, un país donde no queda más que persignarse y darle la suerte de la vida a una fuerza sobre natural que necesitamos para pensar que las cosas van a estar mejor.
Un país clasista, donde los pobres solo pueden llegar a la misería y los indios están condenados a la exclusión. Un país donde los ricos tienen gula y los pobres tienen ira.
Un país donde se vive en un eterno esquema de corrupción, abierta y sistematizada. Un país golpeado por una historia política sin sanar. Sin oportunidades para los más pobres porque a quién putas le importa un cerote que de plano de va a volver marero o a una pisada que solo para tener hijos sirve.
Y lo entiendo, entiendo a la burguesía, entiendo a la mierda oligarquía conservadora de Centro América. Ver la realidad es como mirar directamente al sol. Los va a dejar ciegos, los va a herir y aunque lo vean, de nada sirve, porque lo único que hará eso es volverlos incapaces de hacerlos ver de nuevo.
La inmigración no se dio de un día a otro. La inmigración comenzó hace cientos de años del lado opuesto, cuándo nos colonizaron. Ese genocidio que nadie menciona, ese saqueo que nadie quiere repasar. Esa sumisión. El sincretismo que vivimos en carne. Esa mentalidad que arrastra la conquista. Ese racismo, esa sacralización de lo extranjero, de lo accidental. Ese complejo de Estocolmo con que vivimos el día a día.
Gente que se enorgullece de su sangre “europea” esa sangre europea que trajeron en barcos para derramar la sangre de nuestros nativos. Esos hombres que mandaron para que violaran a nuestras mujeres y “purificaran” la sangre.
Eso somos: Los ladinos. Esos somos: La cara de la conquista. Ese vestigio que sobró para recordarnos día a día de quienes abusaron en el pasado.
Y nosotros, los ladinos, tenemos el espejo para acordarnos que somos la cara de la colonización en carne fresca y en sangre palpitante.
Así que la próxima vez que insulte a alguien por ser indígena y decidir irse de esa tierra con una historia llena de abusos que los sigue trayendo a flor de piel, que los sigue excluyendo y privándolos de sus derechos con violencia física y emocional, mírese al espejo, véase la geta, recuérdese de que usted es la cara de la colonización, la cara de la conquista, y entenderá porque los inmigrantes deciden ir a comer mierda a otro sitio y entonces, ahí, les dará la razón.
miércoles, 28 de mayo de 2014
Crisis de identidad.
Cuando
hablo de Guatemala me es más que difícil estructurar mis ideas en una sola línea.
En mi imaginario visual, se viene a mi
cabeza un pueblo fantasma congelado en el tiempo.
Somos la mamá que emplástica los muebles de la casa para que duren durante generaciones, que esconde bajo el amarillo y percudido forro una tela intacta pero que no sirve de nada.
Hemos llegado al ridículo punto de construir una burbuja para los ricos llamada “Condado Cayalá” que vendría a ser como el parque de diversiones para la oligarqía y burguesía de Guatemala.
Luego de su presidencia, periodo en el que “se firma “LA PAZ”“, en Guatemala, Alvaro Arzú se convertiría en el alcalde estatal de la Ciudad de Guatemala. En su mando comenzaría el corto proceso de gentrificación del centro de la Ciudad. Esta manera efectiva de subir la plusvalía de las olvidadas propiedades de las familias criollas de Guatemala en el centro. Este lugar se convertiría en una de las más atracciones turísticas que limitan al ciudadano común a convertirse en fan del patriotismo estético.
Esa gente que es fanática de “La Sele”, de Carlitos Peña o Fabiola Rodas y brinda orgullosamente con una gallo en la mano o con una tropical Quetzalteca de horchata.
El ciudadano promedio en Guatemala, también está sedado por un medio retrógrada, como lo es, la caja Boba, o la televisión. Nuestra identidad nacional no las dan anuncios de automóviles o promociones de cerveza. Promovemos productos nacionales como alcohol o pollo frito en vez de prestar atención a las empresas auto sostenibles de textiles o exportadores de vegetación que aún no ha sido contaminada por transgénicos.
No enorgullecemos de “La Miss Guatemala” y nos burlamos de nuestro premio Nobel, Rigoberta Menchú. Alagamos a la hija de Rios Montt por su belleza y nos burlamos de Paz Paz por verse más como un ciudadano común guatemalteco. Somos los que tiramos la piedra y escondemos la mano, somos la paria que traemos incrustado el racismo en el tuétano. Somos los que preferimos que maten a los niños de la calle antes de dar cinco quetzales de nuestra bolsa para reinsertarlos.
Despreciamos a los homosexuales de nuestro desfile y alabamos a Ricky Martin y vemos que “haya salido del closet” como un acto de valentía.
Envenenamos a los perros callejeros pero nos indignamos cuándo vemos un vídeo de youtube en donde un tipo en España quema vivo a un gato.
Negamos el genocidio en Guatemala pero le damos seguimiento al caso Rosemberg con el corazón en la mano. Despreciamos a los indígenas por representar a nuestra cultura de la manera más pura pero nos “disfrazamos” de inditos para el 12 de diciembre.
Negamos nuestra cultura pero profesamos una religión basada en el sincretismo.
Celebramos navidad, celebramos Hallowen, celebramos las procesiones.
La verdad es que somos un pueblo tan desbordante de identidad, que la negamos totalmente.
Somos un homosexual atrapado en el cuerpo de un hombre.
Somos un embarazo indeseado.
Somos un aborto espontáneo.
Queremos pero no podemos.
Podemos, pero somos perezosos.
Somos el patético comentario de Facebook debajo de una foto de la invasión a la Puya que dice.
“Elevo mis oraciones por ellos, que Dios los proteja”.
Somos la mamá que emplástica los muebles de la casa para que duren durante generaciones, que esconde bajo el amarillo y percudido forro una tela intacta pero que no sirve de nada.
Hemos llegado al ridículo punto de construir una burbuja para los ricos llamada “Condado Cayalá” que vendría a ser como el parque de diversiones para la oligarqía y burguesía de Guatemala.
Luego de su presidencia, periodo en el que “se firma “LA PAZ”“, en Guatemala, Alvaro Arzú se convertiría en el alcalde estatal de la Ciudad de Guatemala. En su mando comenzaría el corto proceso de gentrificación del centro de la Ciudad. Esta manera efectiva de subir la plusvalía de las olvidadas propiedades de las familias criollas de Guatemala en el centro. Este lugar se convertiría en una de las más atracciones turísticas que limitan al ciudadano común a convertirse en fan del patriotismo estético.
Esa gente que es fanática de “La Sele”, de Carlitos Peña o Fabiola Rodas y brinda orgullosamente con una gallo en la mano o con una tropical Quetzalteca de horchata.
El ciudadano promedio en Guatemala, también está sedado por un medio retrógrada, como lo es, la caja Boba, o la televisión. Nuestra identidad nacional no las dan anuncios de automóviles o promociones de cerveza. Promovemos productos nacionales como alcohol o pollo frito en vez de prestar atención a las empresas auto sostenibles de textiles o exportadores de vegetación que aún no ha sido contaminada por transgénicos.
No enorgullecemos de “La Miss Guatemala” y nos burlamos de nuestro premio Nobel, Rigoberta Menchú. Alagamos a la hija de Rios Montt por su belleza y nos burlamos de Paz Paz por verse más como un ciudadano común guatemalteco. Somos los que tiramos la piedra y escondemos la mano, somos la paria que traemos incrustado el racismo en el tuétano. Somos los que preferimos que maten a los niños de la calle antes de dar cinco quetzales de nuestra bolsa para reinsertarlos.
Despreciamos a los homosexuales de nuestro desfile y alabamos a Ricky Martin y vemos que “haya salido del closet” como un acto de valentía.
Envenenamos a los perros callejeros pero nos indignamos cuándo vemos un vídeo de youtube en donde un tipo en España quema vivo a un gato.
Negamos el genocidio en Guatemala pero le damos seguimiento al caso Rosemberg con el corazón en la mano. Despreciamos a los indígenas por representar a nuestra cultura de la manera más pura pero nos “disfrazamos” de inditos para el 12 de diciembre.
Negamos nuestra cultura pero profesamos una religión basada en el sincretismo.
Celebramos navidad, celebramos Hallowen, celebramos las procesiones.
La verdad es que somos un pueblo tan desbordante de identidad, que la negamos totalmente.
Somos un homosexual atrapado en el cuerpo de un hombre.
Somos un embarazo indeseado.
Somos un aborto espontáneo.
Queremos pero no podemos.
Podemos, pero somos perezosos.
Somos el patético comentario de Facebook debajo de una foto de la invasión a la Puya que dice.
“Elevo mis oraciones por ellos, que Dios los proteja”.
sábado, 26 de abril de 2014
Mamita.
Son casi las 8 de la noche en sábado. Luego de comer una condimentada cena de una cocina vietnamita y algo naranja, asqueroso (Los primeros 2 minutos) pongo a Chalie Zaa en el grooveshark con ese aire de nostalgia pensando en mi mamita.
Cuándo tenía 9 años mi papá regresó de Niu Yolk y le regaló a mi madre lo que serían los primeros discos piratas que tendríamos en casa. Ahí había un montón de música del recuerdo, entre ellos el favorito de mi mamita, un CD de Charlie Zaá que sonaba en casa todos los domingos. Yo me memoricé las letras sin saberlo y le agarré ese gusto a estas tonadas amarillentas y de acordes de los grandes de los boleros de Oro.
Esta música siempre me recuerda a mi resignada madre y me llena de paz. Aunque mi mamá no es la mujer más habil con eso de los "mpm3.. 4" ó los "diviridis de música" siempre trato de rodearla de la música que ella disfruta. La última experiencia musical del tercer tipo que tuve con mi madre fue para el pasado concierto de José José en Guatemala, en el horrible y terrible "expocenter" de Tikal Futura (Mi idea del "Futuro" siempre involucró utopías cincuenteras de tecnología), esa trascendental experiencia madre-hija involucró una carísima por lo tanto estúpida cena que mi mamá NO se acabó (En esta casa no se desperdicia, lo que no se come lo hacemos fritanga y si sobra fritanga lo licuamos y hacemos sopa, si la sopa se queda la volvemos a hervir y el perro de doña Sheni se lo come) y fuertísimos medicamentos para un fuego del tamaño de un tomate en mi labio. (Aunque me molestaba tenerlo en el hocico, sabía que Dios existía luego de que el examen de herpes diera negativo). Luego de escuchar la casi extinta voz del maestrísimo José José y que varias mujeres se subieran al escenario a darle su besito cachichurris (Y mi mamá con ganas pero habían demasiadas mesas interponiéndose), la experiencia estaba completa. Para mi fue la cosa más maravillosa del mundo: Tener ahí a mi madre, escuchando boleritos sentimentales y un poco machistas. Mi madre estaba totalmente fascinada.
(Poco después me enteré de que mi hermana la llevó a ver a Mijares y la experiencia ya no fue tan especial, pero seguía habitándome de manera sentimental, José José, es José José)
De nuevo, con la gracia cuasi cantinflesca de desviarme del tema, reitero: Luego de poner a Charlie Zaá (Popularisimo como algunos artistas específicos entre las mujeres migrantes de la generacion de los noventas (Debido al boom de la piratería) en los Estados Unidos, (tema interesante para indagar en otro post)) me entró la tranquilidad de cavilar sobre el tema de feminidad.
La relación con mi madre siempre fue especial, porque sentí siempre a una aliada, a una compinche que entendía el dolor y alegría de ser mujer.
Mi madre ha sido una de las mujeres que conozco, más golpeadas por la vida, por tanto, una de las mujeres más tigueras que hay. Una le puede dar un puñetazo en el ojo y ni siquiera pestañará. Y con el ojo bueno encontrará la perspectiva ideal para pegarte en la cabeza con la toalla del trapeador, o mejor aún, su súper poder de hace algunos años, una patada voladora en cuatro dimensiones.
Esa misma mujer dura como una roca e ilegible como una receta médica, se derrite con los boleritos. Los canta con una dulce voz, encarna el personaje de la letra y al final lanza un suspiro quebrado.
He visto llorar a mi madre cuatro veces en la vida: La primera, a los cinco, otra,, a los ocho, la siguiente, a los trece y una vez más, a los veintiuno. Pero con los boleritos, esta mujer siempre esta al borde de las lagrimas, y eso lo he visto incontable veces (Y yo, orgullosamente, herede ese mal)
Mi madre me inspira esa complicidad hacia las mujeres. No es una empatía, es más bien una fuerte sororidad.
No tengo muchas amigas, de hecho es muy dificil encontrar amigas en un lugar como Guatemala, donde la mayoría de la sociedad va proclamando ese machismo incrustado en el tuétano.
Me molesta de parte de los hombres, pero de parte de las mujeres, me duele, me duele muchísimo.
Las pocas amigas que tengo, las he cultivado con los años y con ideales compartidos. Me gustan las mujeres que son congruentes y que no se atreven a juzgar a alguien por decisiones de identidad.
Me gusta la gente inteligente y hasta cierto punto con una ingenuidad en el amor, en el figurado corazón. Me gusta la gente que ama y rie. La gente con una idea de integridad a la que le es fiel.
Mi mejor amiga tiene mi edad (Cosa que a ambas nos sorprende), y a mi mamá le fascina, ("Es bien pelada para decir y hacer las cosas igual que vos vistesss" En la jerga de mi madre, esto es un gran cumplido)
Sin embargo, las mejores cualidades para mi y mi circulo pueden ser defectos para una gran mayoría de la sociedad tan conservadora guatemalteca. Y repito, una de las cosas que más me pesa es esa falta de lealtad femenina.
Estoy segura que no solo yo lo he encarnado, sé que muchas de mis queridas amigas y mi alma gemela: mi hermana bellísima, han pasado incontables veces por eso.
Muchas mujeres me han hecho de menos por mi edad, por mi manera de vestir, por mi manera de hablar, por mi manera de reir, por la manera de expresarme, por mis ideales y por mis convicciones como persona.
"Que por puta", "Que si es mujer, como se le ocurre", "Que quién va a tomar en serio a una pisada que ande a verga cuándo sale", "Que quién se cree esa niñita hablando como que si fuera una graduada", "Que mira esa puta igual de shuma que sus amigas mariguaneras", "Que no ha estudiado no hay que oirla", "Que saber a quien se chimo por ese trabajo", "Que una mujer que se tome esas fotos no se respeta", "Que una mujer que hable así solo esta esperando a que le falten el respeto", "Que parece cholera, mira las mierdas que dice", "Que parece shuma, solo malas palabras usa", "Que como baila", "Que como camina", "Que fijo la violaron por eso es asi", "Que es resentida porque es pobre", "Que anda criticando a los de pisto porque no tiene", "Que se las lleva de feminista y anda enseñando las tetas", "Que tiene veinti tantos que va a saber de la vida", "Que se caso por los papeles", "Que se caso para que le dejaran de decir puta", "Que fijo se acuesta con esos dos a la vez", "Que se coge a la amiga porque son parejas en secreto", "Que es lesbiana pero no lo acepta", "Que es una gran estrecha", "Que es muy zorra", "Que seguro le pegaban de niña", "Que seguro es coquera", "Que seguro vende perico", "Que anda con puros huecos y drogadictos porque es insegura", "Que seguro le pega el traido porque quien va a aguantar a alguien así", "Que fijo el traido se coge a la amiga porque esa coge mal", "Que dicen coge bien porque se ha chimado a un montoón","Que es mujer y es bien puta" y "Es bien ignorante", "India", "Wira", "Shuma", "Corrientona", "Tiene planta de cholera", "Que seguro anda con mareros".
No me molesta la rivalidad entre humanos, es natural, pero me molesta mucho cuando alguien juzga en base a la moralidad heredada de un sistema patriarcal y conservador. Racista y clasista.
Una ama de casa que decide serlo, es tan digna como cualquier otra mujer. Pero es juzgada por las hembristas que piensan que tienen la potestad de decidir el destino de una generación entera de mujeres. Una activista bisexual que trabaja por la igualdad de género es tan digna como esa ama de casa, aunque sea juzgada por puritanas que piensen que una mujer necesita encontrar su lugar dentro de una sociedad definida por la religión y el patriarcado.
Hay muchas contradicciones en las posturas. El valor de un ser humano no se mide por el género o por sus ideales. (Obviamente esta realidad es cuestionable cuando se afecta de manera directa a otras personas ocasionándoles cualquier tipo de daño)
Una no tiene la verdad absoluta, porque esta no existe. Y por eso es tan cobarde juzgar a alguien por obrar de cierta manera con la condicionante de su genero sexual.
Nunca es tarde para aprender, nunca es tarde para dejar de juzgar y uno no se debe de cansar de estar equivocado.
Yo sigo aprendido desde muy temprano de la gran mujer que es mi madre, y ella sigue aprendiendo de mi. Yo soy abierta sobre mi vida con ella. Desde que tengo memoria en casa se habla y debate sobre la libertad y potestad sobre la vida y la autonomía de desiciones.
Mi madre sabe mis pesares y tristezas, ella conoce a mis amigos, ella sabe de mis amantes, ella sabe de mis miedos y mis alegrías, ella sabe las drogas que me meto o me he metido, ella sabe de mi bisexualidad, de mis abortos, de mis posturas y convicciones. Y aunque no apoya todas no las contradice y hasta ha sabido darme la razón cuándo le duele y ha sabido quitarme la razón cuándo a mi me duele.
La última vez que vi a mi madre, me dijo entre lágrimas las palabras mas hermosas que se le puede decir a un ser humano tan vulnerable como yo:
"Vos siempre fuiste diferente y como me sacaste de canas. Pero eso es lo que me hace estar orgullosa de vos. Te admiro. Te amo y estoy feliz de que no seas como las demás"
Y con esta memoria me corrijo: He visto llorar a mi madre cinco veces en mi vida. Y esa que les cuento, fue la última.
Cuándo tenía 9 años mi papá regresó de Niu Yolk y le regaló a mi madre lo que serían los primeros discos piratas que tendríamos en casa. Ahí había un montón de música del recuerdo, entre ellos el favorito de mi mamita, un CD de Charlie Zaá que sonaba en casa todos los domingos. Yo me memoricé las letras sin saberlo y le agarré ese gusto a estas tonadas amarillentas y de acordes de los grandes de los boleros de Oro.
Esta música siempre me recuerda a mi resignada madre y me llena de paz. Aunque mi mamá no es la mujer más habil con eso de los "mpm3.. 4" ó los "diviridis de música" siempre trato de rodearla de la música que ella disfruta. La última experiencia musical del tercer tipo que tuve con mi madre fue para el pasado concierto de José José en Guatemala, en el horrible y terrible "expocenter" de Tikal Futura (Mi idea del "Futuro" siempre involucró utopías cincuenteras de tecnología), esa trascendental experiencia madre-hija involucró una carísima por lo tanto estúpida cena que mi mamá NO se acabó (En esta casa no se desperdicia, lo que no se come lo hacemos fritanga y si sobra fritanga lo licuamos y hacemos sopa, si la sopa se queda la volvemos a hervir y el perro de doña Sheni se lo come) y fuertísimos medicamentos para un fuego del tamaño de un tomate en mi labio. (Aunque me molestaba tenerlo en el hocico, sabía que Dios existía luego de que el examen de herpes diera negativo). Luego de escuchar la casi extinta voz del maestrísimo José José y que varias mujeres se subieran al escenario a darle su besito cachichurris (Y mi mamá con ganas pero habían demasiadas mesas interponiéndose), la experiencia estaba completa. Para mi fue la cosa más maravillosa del mundo: Tener ahí a mi madre, escuchando boleritos sentimentales y un poco machistas. Mi madre estaba totalmente fascinada.
(Poco después me enteré de que mi hermana la llevó a ver a Mijares y la experiencia ya no fue tan especial, pero seguía habitándome de manera sentimental, José José, es José José)
De nuevo, con la gracia cuasi cantinflesca de desviarme del tema, reitero: Luego de poner a Charlie Zaá (Popularisimo como algunos artistas específicos entre las mujeres migrantes de la generacion de los noventas (Debido al boom de la piratería) en los Estados Unidos, (tema interesante para indagar en otro post)) me entró la tranquilidad de cavilar sobre el tema de feminidad.
La relación con mi madre siempre fue especial, porque sentí siempre a una aliada, a una compinche que entendía el dolor y alegría de ser mujer.
Mi madre ha sido una de las mujeres que conozco, más golpeadas por la vida, por tanto, una de las mujeres más tigueras que hay. Una le puede dar un puñetazo en el ojo y ni siquiera pestañará. Y con el ojo bueno encontrará la perspectiva ideal para pegarte en la cabeza con la toalla del trapeador, o mejor aún, su súper poder de hace algunos años, una patada voladora en cuatro dimensiones.
Esa misma mujer dura como una roca e ilegible como una receta médica, se derrite con los boleritos. Los canta con una dulce voz, encarna el personaje de la letra y al final lanza un suspiro quebrado.
He visto llorar a mi madre cuatro veces en la vida: La primera, a los cinco, otra,, a los ocho, la siguiente, a los trece y una vez más, a los veintiuno. Pero con los boleritos, esta mujer siempre esta al borde de las lagrimas, y eso lo he visto incontable veces (Y yo, orgullosamente, herede ese mal)
Mi madre me inspira esa complicidad hacia las mujeres. No es una empatía, es más bien una fuerte sororidad.
No tengo muchas amigas, de hecho es muy dificil encontrar amigas en un lugar como Guatemala, donde la mayoría de la sociedad va proclamando ese machismo incrustado en el tuétano.
Me molesta de parte de los hombres, pero de parte de las mujeres, me duele, me duele muchísimo.
Las pocas amigas que tengo, las he cultivado con los años y con ideales compartidos. Me gustan las mujeres que son congruentes y que no se atreven a juzgar a alguien por decisiones de identidad.
Me gusta la gente inteligente y hasta cierto punto con una ingenuidad en el amor, en el figurado corazón. Me gusta la gente que ama y rie. La gente con una idea de integridad a la que le es fiel.
Mi mejor amiga tiene mi edad (Cosa que a ambas nos sorprende), y a mi mamá le fascina, ("Es bien pelada para decir y hacer las cosas igual que vos vistesss" En la jerga de mi madre, esto es un gran cumplido)
Sin embargo, las mejores cualidades para mi y mi circulo pueden ser defectos para una gran mayoría de la sociedad tan conservadora guatemalteca. Y repito, una de las cosas que más me pesa es esa falta de lealtad femenina.
Estoy segura que no solo yo lo he encarnado, sé que muchas de mis queridas amigas y mi alma gemela: mi hermana bellísima, han pasado incontables veces por eso.
Muchas mujeres me han hecho de menos por mi edad, por mi manera de vestir, por mi manera de hablar, por mi manera de reir, por la manera de expresarme, por mis ideales y por mis convicciones como persona.
"Que por puta", "Que si es mujer, como se le ocurre", "Que quién va a tomar en serio a una pisada que ande a verga cuándo sale", "Que quién se cree esa niñita hablando como que si fuera una graduada", "Que mira esa puta igual de shuma que sus amigas mariguaneras", "Que no ha estudiado no hay que oirla", "Que saber a quien se chimo por ese trabajo", "Que una mujer que se tome esas fotos no se respeta", "Que una mujer que hable así solo esta esperando a que le falten el respeto", "Que parece cholera, mira las mierdas que dice", "Que parece shuma, solo malas palabras usa", "Que como baila", "Que como camina", "Que fijo la violaron por eso es asi", "Que es resentida porque es pobre", "Que anda criticando a los de pisto porque no tiene", "Que se las lleva de feminista y anda enseñando las tetas", "Que tiene veinti tantos que va a saber de la vida", "Que se caso por los papeles", "Que se caso para que le dejaran de decir puta", "Que fijo se acuesta con esos dos a la vez", "Que se coge a la amiga porque son parejas en secreto", "Que es lesbiana pero no lo acepta", "Que es una gran estrecha", "Que es muy zorra", "Que seguro le pegaban de niña", "Que seguro es coquera", "Que seguro vende perico", "Que anda con puros huecos y drogadictos porque es insegura", "Que seguro le pega el traido porque quien va a aguantar a alguien así", "Que fijo el traido se coge a la amiga porque esa coge mal", "Que dicen coge bien porque se ha chimado a un montoón","Que es mujer y es bien puta" y "Es bien ignorante", "India", "Wira", "Shuma", "Corrientona", "Tiene planta de cholera", "Que seguro anda con mareros".
No me molesta la rivalidad entre humanos, es natural, pero me molesta mucho cuando alguien juzga en base a la moralidad heredada de un sistema patriarcal y conservador. Racista y clasista.
Una ama de casa que decide serlo, es tan digna como cualquier otra mujer. Pero es juzgada por las hembristas que piensan que tienen la potestad de decidir el destino de una generación entera de mujeres. Una activista bisexual que trabaja por la igualdad de género es tan digna como esa ama de casa, aunque sea juzgada por puritanas que piensen que una mujer necesita encontrar su lugar dentro de una sociedad definida por la religión y el patriarcado.
Hay muchas contradicciones en las posturas. El valor de un ser humano no se mide por el género o por sus ideales. (Obviamente esta realidad es cuestionable cuando se afecta de manera directa a otras personas ocasionándoles cualquier tipo de daño)
Una no tiene la verdad absoluta, porque esta no existe. Y por eso es tan cobarde juzgar a alguien por obrar de cierta manera con la condicionante de su genero sexual.
Nunca es tarde para aprender, nunca es tarde para dejar de juzgar y uno no se debe de cansar de estar equivocado.
Yo sigo aprendido desde muy temprano de la gran mujer que es mi madre, y ella sigue aprendiendo de mi. Yo soy abierta sobre mi vida con ella. Desde que tengo memoria en casa se habla y debate sobre la libertad y potestad sobre la vida y la autonomía de desiciones.
Mi madre sabe mis pesares y tristezas, ella conoce a mis amigos, ella sabe de mis amantes, ella sabe de mis miedos y mis alegrías, ella sabe las drogas que me meto o me he metido, ella sabe de mi bisexualidad, de mis abortos, de mis posturas y convicciones. Y aunque no apoya todas no las contradice y hasta ha sabido darme la razón cuándo le duele y ha sabido quitarme la razón cuándo a mi me duele.
La última vez que vi a mi madre, me dijo entre lágrimas las palabras mas hermosas que se le puede decir a un ser humano tan vulnerable como yo:
"Vos siempre fuiste diferente y como me sacaste de canas. Pero eso es lo que me hace estar orgullosa de vos. Te admiro. Te amo y estoy feliz de que no seas como las demás"
Y con esta memoria me corrijo: He visto llorar a mi madre cinco veces en mi vida. Y esa que les cuento, fue la última.
martes, 25 de marzo de 2014
Tu eres la Ciudad*
*Aplica restricciones.
Hace algunos meses me mudé al Barrio La Misión en San Francisco, CA.
Este barrio ha venido sufriendo cambios significativos de gentrificación desde finales de los noventas.
Uno de los únicos puntos que aún conserva inquilinos e identidad Latina por excelencia es la calle Misión, donde yo vivo. Hay un gran movimiento de resistencia a la gentrificación y una importación de identidad muy marcada, sobre todo de México y Centro América.
Hoy le comentaba a mi mejor amiga como acá tengo más aceptación y afinidad hacía una cultura de mujeres definidas y autodidactas a nivel educacional, que asumen un rol de mujer hispana y no niegan el mestizaje de la cultura de los países del istmo, el caribe y México, si no, que se educan al respecto, lo entienden y lo asumen como tal, para poder co exixtir en una sociedad en donde siguen siendo una minoría, y a la vez afrontando lo que conlleva eso.
En Guatemala, pues, sigo siendo una “shuma”.
Nací en el centro de la Ciudad de Guatemala, que pronto se convertiría en el “Centro Histórico” y eventualmente entraría en poder municipal el hombre que estuvo al mando de la firmísima de la “paz” “#paz” Alvaro Arzú, que parecía le tenía un especial “cariñito” al centro y sus aledaños, como la zona 2 y parte de la zona 3.
Recuerdo cuándo los niños drogadictos que merodeaban en el parque Concordia ubicado en la quinta avenida de la zona 1 capitalina (cerquísima del Restaurante-Bar Chino, “El chino pobre” y muy cerca del famosísimo “Restaurante”-Bar “Las estrellas”) fueron desaparecidos y luego encontrados muertos en el vertedero “municipal” de la zona 3.
Poco después de esta desaparición comenzó la “RE Modelación” de dicho parque. Irónicamente en el lugar se colocó una horrible estatua que “conmemoraba” a los niños lustradores del centro. Oficio que ocupaban la mayoría de niños desaparecidos en sus alrededores.
Pareciera que en Guatemala ya estamos acostumbrados a ese término, el de la “desaparición” y nos lo tomamos tan a la ligera, pero con menos sorpresa como si viéramos un acto de magia en uno de esos Centros Recreativos que parecen que se han congelado en el tiempo, como Xocomil o el más reciente Xetulul.
Poco tiempo después comenzaron los desalojos de inquilinos de antiquísimos edificios en el centro que habían pasado a los menos afortunados o bastardos hijos de la oligarquía guatemalteca, o en el mejor de los casos eran llevados por esas grises oficinas de contabilidad que parece que todo lo que hay ahí se ha desteñido por el sol, incluyendo a los que ahí laburan, pero siempre en manos de la oligarquía.
Hace algunos meses me mudé al Barrio La Misión en San Francisco, CA.
Este barrio ha venido sufriendo cambios significativos de gentrificación desde finales de los noventas.
Uno de los únicos puntos que aún conserva inquilinos e identidad Latina por excelencia es la calle Misión, donde yo vivo. Hay un gran movimiento de resistencia a la gentrificación y una importación de identidad muy marcada, sobre todo de México y Centro América.
Hoy le comentaba a mi mejor amiga como acá tengo más aceptación y afinidad hacía una cultura de mujeres definidas y autodidactas a nivel educacional, que asumen un rol de mujer hispana y no niegan el mestizaje de la cultura de los países del istmo, el caribe y México, si no, que se educan al respecto, lo entienden y lo asumen como tal, para poder co exixtir en una sociedad en donde siguen siendo una minoría, y a la vez afrontando lo que conlleva eso.
En Guatemala, pues, sigo siendo una “shuma”.
Nací en el centro de la Ciudad de Guatemala, que pronto se convertiría en el “Centro Histórico” y eventualmente entraría en poder municipal el hombre que estuvo al mando de la firmísima de la “paz” “#paz” Alvaro Arzú, que parecía le tenía un especial “cariñito” al centro y sus aledaños, como la zona 2 y parte de la zona 3.
Recuerdo cuándo los niños drogadictos que merodeaban en el parque Concordia ubicado en la quinta avenida de la zona 1 capitalina (cerquísima del Restaurante-Bar Chino, “El chino pobre” y muy cerca del famosísimo “Restaurante”-Bar “Las estrellas”) fueron desaparecidos y luego encontrados muertos en el vertedero “municipal” de la zona 3.
Poco después de esta desaparición comenzó la “RE Modelación” de dicho parque. Irónicamente en el lugar se colocó una horrible estatua que “conmemoraba” a los niños lustradores del centro. Oficio que ocupaban la mayoría de niños desaparecidos en sus alrededores.
Pareciera que en Guatemala ya estamos acostumbrados a ese término, el de la “desaparición” y nos lo tomamos tan a la ligera, pero con menos sorpresa como si viéramos un acto de magia en uno de esos Centros Recreativos que parecen que se han congelado en el tiempo, como Xocomil o el más reciente Xetulul.
Poco tiempo después comenzaron los desalojos de inquilinos de antiquísimos edificios en el centro que habían pasado a los menos afortunados o bastardos hijos de la oligarquía guatemalteca, o en el mejor de los casos eran llevados por esas grises oficinas de contabilidad que parece que todo lo que hay ahí se ha desteñido por el sol, incluyendo a los que ahí laburan, pero siempre en manos de la oligarquía.
La renta
comenzó a subir incontrolablemente y los edificios que en su mayoría eran
ocupados por antiquísimos inquilinos, madres solteras, diputados que los
alquilaban mensualmente para llevar a sus “amiguitas” y “amiguitos” después de
su ardua jornada de trabajo en el Congreso. Y también, ocupada simplemente por gente humilde y de
clase baja como mi familia y yo.
Por supuesto que nos movimos de un lugar a otro debido a las alzas en el centro, incontables veces. Eso fue parte de mi infancia y adolescencia.
Por supuesto que nos movimos de un lugar a otro debido a las alzas en el centro, incontables veces. Eso fue parte de mi infancia y adolescencia.
Arzú nos
ganó la jugada. Ahora los edificios eran más estrictos que nunca y mi familia y
yo siempre fuimos acumuladores de animales. Así que de patitas en la calle.
Cuándo me fui a la mierda de mi casa, decidí no abandonar el centro, y migraba de un lado a otro con mis pertenencias en dos maletas y un gato en una funda de almohada que no se movía cuándo entraba y se hacía pasar como una bolsa de zapatos, cuándo alzaban la renta o descubrían al gato, que a veces encontraba amiguitos rescatados de la calle, pa´fuera con todo y cuadrúpedos.
Esta gentrificación no solo afectó el área en la que vivía, si no que afectó mi estilo de vida. Cada vez tenía que caminar más lejos para encontrar un almuerzo que se acomodara a mi presupuesto.
Cuándo me casé me mudé de vuelta al centro con mi compañero “canchito” para mi sorpresa, él se ajustaba perfectamente al lugar lleno de turistas y de descendientes de la oligarquía que organizaban “tours nocturnos” que los paseaban por el centro para conocer lugares “históricos”. Estos turs movilizaban a la gente en buses con aire acondicionado, sistema gps, y con seguridad privada.
Los buses de ruta roja también tiene seguridad privada, delgados hombres que cubren jornadas de 16 horas atareados por el sol que le pega a sus quemadas caras y los hace adormitar en medio de la “amontonazón” de usuarios que luchan por un espacio en el autobús porque por la hora “ya no pasan más y si vienen cobran lo que se les da la gana los animales” citando a mi mamita.
Estos buses rojos, son autobuses escolares donados por las escuelas privadas de los Estados Unidos de Norte América, o bien, los Yunais, de los cuales se han querido deshacer por “desperfectos menores” que arriesgan la vida de sus pequeños y adinerados pasajeros.
Ya en Guatemala los pimpean y colocan rótulos removibles de números con pintura fosforescente en degradé con los nombres de los lugares más populares de la ciudad, como: La Chácara, Pinares, Términal, Reforma, Cenma o El Paraiso.
Cuándo decidí ingresar a la Escuela Nacional de Artes Plásticas ENAP, cogía un bus de la ruta 82 ó en su defecto el 101 que me llevaban hasta mi destino, ahí me pasó de todo, desde un hombre robando mis pertenencias hasta una mujer escupiéndome en la cara un “gargajo” ensangrentado.
No me puedo quejar, de verdá que no.
Recuerdo cuándo tenía 5 años, iba con mi padre en un “Ruletero” y este cogió candela en el motor, es decir: Entró en llamas.
Todos los usuarios se bajaron corriendo inmediatamente.
La novia (asumo) del chófer corrió a una caseta a comprar dos bolsas de agua “pura” que vertió sobre las llamas haciéndolas cesar.
Al ver a la distancia y percatarnos de que no había cerca más que sol, la caseta y una larga carretera sin más vehículo que el que a penas había cogido fuego, nos persignamos y seguimos la ruta.
Llegamos sin novedá, no más con un sustito.
Cuándo me fui a la mierda de mi casa, decidí no abandonar el centro, y migraba de un lado a otro con mis pertenencias en dos maletas y un gato en una funda de almohada que no se movía cuándo entraba y se hacía pasar como una bolsa de zapatos, cuándo alzaban la renta o descubrían al gato, que a veces encontraba amiguitos rescatados de la calle, pa´fuera con todo y cuadrúpedos.
Esta gentrificación no solo afectó el área en la que vivía, si no que afectó mi estilo de vida. Cada vez tenía que caminar más lejos para encontrar un almuerzo que se acomodara a mi presupuesto.
Cuándo me casé me mudé de vuelta al centro con mi compañero “canchito” para mi sorpresa, él se ajustaba perfectamente al lugar lleno de turistas y de descendientes de la oligarquía que organizaban “tours nocturnos” que los paseaban por el centro para conocer lugares “históricos”. Estos turs movilizaban a la gente en buses con aire acondicionado, sistema gps, y con seguridad privada.
Los buses de ruta roja también tiene seguridad privada, delgados hombres que cubren jornadas de 16 horas atareados por el sol que le pega a sus quemadas caras y los hace adormitar en medio de la “amontonazón” de usuarios que luchan por un espacio en el autobús porque por la hora “ya no pasan más y si vienen cobran lo que se les da la gana los animales” citando a mi mamita.
Estos buses rojos, son autobuses escolares donados por las escuelas privadas de los Estados Unidos de Norte América, o bien, los Yunais, de los cuales se han querido deshacer por “desperfectos menores” que arriesgan la vida de sus pequeños y adinerados pasajeros.
Ya en Guatemala los pimpean y colocan rótulos removibles de números con pintura fosforescente en degradé con los nombres de los lugares más populares de la ciudad, como: La Chácara, Pinares, Términal, Reforma, Cenma o El Paraiso.
Cuándo decidí ingresar a la Escuela Nacional de Artes Plásticas ENAP, cogía un bus de la ruta 82 ó en su defecto el 101 que me llevaban hasta mi destino, ahí me pasó de todo, desde un hombre robando mis pertenencias hasta una mujer escupiéndome en la cara un “gargajo” ensangrentado.
No me puedo quejar, de verdá que no.
Recuerdo cuándo tenía 5 años, iba con mi padre en un “Ruletero” y este cogió candela en el motor, es decir: Entró en llamas.
Todos los usuarios se bajaron corriendo inmediatamente.
La novia (asumo) del chófer corrió a una caseta a comprar dos bolsas de agua “pura” que vertió sobre las llamas haciéndolas cesar.
Al ver a la distancia y percatarnos de que no había cerca más que sol, la caseta y una larga carretera sin más vehículo que el que a penas había cogido fuego, nos persignamos y seguimos la ruta.
Llegamos sin novedá, no más con un sustito.
Con la
certeza de que ya me he desviado del tema, reitero, que no creo que la gentrificación
sea algo negativo, si no afectara de manera tan directa a quienes somos parte
del “inmobiliario original”.
Es tarde en San Francisco y mientras camino por la 18 de la Misión a 6 cuadras de mi casa pasan los mounstrosos y hermosos autobuses de Google que llevan a la gente de la calle 24 (Donde vivo) a Palo Alto en la parte alta de las colinas donde queda la meca Google en donde son remunerados con estúpidas cantidades de dolarucos. La migración de Centro Americanos al área de la bahía ha convertido a San Francisco y aledaños como el área de los yunais con más densidad de población del istmo Americano. Esto se debe a muchos factores como la guerra civil (Que nos encanta negar), la construcción del Canal de Panamá que usaba mano de obra centroamericana y les daba acceso marítimo a Gringolandia a los trabajadores. (El auto corrector acaba de poner “Gringolandia” con mayúscula) y gracias a nuestro sistema precario y besa culos que nos heredó el legado de dictaduras apoyado por más ni menos que compañías como J.P. Morgan y la legendarísima United Fruit Company los barcos llenos de productos exportados desde nuestros pueblitos (Bananos) se iban no solo con la mercancía cuasi robada y exenta de impuestos (¡!) si no con agricultores mal pagados del área.
Años después San Francisco se convirtió en una sede de migración Centro Americana por lo que los nuevos migrantes ilegales y legales iban “a dar” al área de la Bahía con toda la family que se desplazó al área de la Misión luego de haberse convertido en un lugar amigable para los “cafés-collares azules” con mucha demanda laboral para indocumentados y gente sin permiso laboral.
Ahora, cuarenta añitos después, La Misión está en un gran auge de gentrificación.
Mi edificio está ocupado en un 89% por familias latinas 5% asiáticos y el resto son anglosajones, (Algunos muy raros y un poco pervertidos como mi vecino) sin embargo según el querido Rigoberto, alías el “Menin Char” : "Ah sí usté, esque cuándo renove el contrato le van a subir a la renta, muchas familys se están yendo a casitas más grandes, mas lejos pero más espas-sioso y qué, más barato”
Luego de hablar un rato con Rigo sobre su mamá, bajé a la calle y vi el edifico que construyen a una cuadra que ofrece Lofts de lujo en pre venta y ofrece también planes de pago a largo plazo con el poyo de los préstamos bancarios. En el anuncio se observa a una pareja de hermosos rubios (de diferentes tonalidades pero canchitos los dos). Al lado de estos collares blancos un perro de pura raza labrador, dorado como el sol. Debajo de ellos se lee una frase que si mal no recuerdo maneja un eslogan que dice: “Become part of “the city””
Yo no pude dejar de pensar nada más y nada menos que mi Barrio de Guate, ese barrio que vi crecer poco a poco mientras yo crecía también. A lo largo de los años vi carteles verde fosforescentes que manejaron eslogan tales como ese. El primero decía: "Yo soy la Ciudad". Hasta el ahora evolucionado “Tú eres la Ciudad”.
Pero al que lea esto, se le debe advertir leer también las letras pequeñas.
Yo soy la ciudad si llevo un apellido que me da un linaje. Yo soy la ciudad si soy un servil clasemediera de la oligarquía con aspiraciones locales y llenas de clichés utópicos e hipócritas, yo soy la ciudad si me dejo fotografiar con mi herencia milenaria y sagrada por estúpidos e impresionables turistas, yo soy la ciudad si le pago a una cholera un salario mínimo por lavar mis porquerías, yo soy la ciudad si lo único que se decir, es “sí”, o “ahora ya estuvo”, yo soy la ciudad si me dejo guiar por ese mismo eslogan que quiere entorpecerme y decirme que está bien, y es lo correcto autocolonizarme.
Y a los que no aplicamos o no calificamos, pues no nos queda más remedio que leer las letras pequeñas del anuncio como cuándo nos llega el recibo de nuestra primera tarjeta de crédito. (Que por cierto fue inventada por un guatemalteco) a nosotros que el término gentrificación nos ha perseguido como la idea del Coco que persigue a una niño de cinco años. Nosotros, los shumos que nos callan a golpes (Golpes bajos) no nos queda más que salir de la escena como cuándo Mario Bros pierde su última vida y cae afuera de la pantalla con una tonada definitiva y burlona, y seguir peleando desde lejos.
Es tarde en San Francisco y mientras camino por la 18 de la Misión a 6 cuadras de mi casa pasan los mounstrosos y hermosos autobuses de Google que llevan a la gente de la calle 24 (Donde vivo) a Palo Alto en la parte alta de las colinas donde queda la meca Google en donde son remunerados con estúpidas cantidades de dolarucos. La migración de Centro Americanos al área de la bahía ha convertido a San Francisco y aledaños como el área de los yunais con más densidad de población del istmo Americano. Esto se debe a muchos factores como la guerra civil (Que nos encanta negar), la construcción del Canal de Panamá que usaba mano de obra centroamericana y les daba acceso marítimo a Gringolandia a los trabajadores. (El auto corrector acaba de poner “Gringolandia” con mayúscula) y gracias a nuestro sistema precario y besa culos que nos heredó el legado de dictaduras apoyado por más ni menos que compañías como J.P. Morgan y la legendarísima United Fruit Company los barcos llenos de productos exportados desde nuestros pueblitos (Bananos) se iban no solo con la mercancía cuasi robada y exenta de impuestos (¡!) si no con agricultores mal pagados del área.
Años después San Francisco se convirtió en una sede de migración Centro Americana por lo que los nuevos migrantes ilegales y legales iban “a dar” al área de la Bahía con toda la family que se desplazó al área de la Misión luego de haberse convertido en un lugar amigable para los “cafés-collares azules” con mucha demanda laboral para indocumentados y gente sin permiso laboral.
Ahora, cuarenta añitos después, La Misión está en un gran auge de gentrificación.
Mi edificio está ocupado en un 89% por familias latinas 5% asiáticos y el resto son anglosajones, (Algunos muy raros y un poco pervertidos como mi vecino) sin embargo según el querido Rigoberto, alías el “Menin Char” : "Ah sí usté, esque cuándo renove el contrato le van a subir a la renta, muchas familys se están yendo a casitas más grandes, mas lejos pero más espas-sioso y qué, más barato”
Luego de hablar un rato con Rigo sobre su mamá, bajé a la calle y vi el edifico que construyen a una cuadra que ofrece Lofts de lujo en pre venta y ofrece también planes de pago a largo plazo con el poyo de los préstamos bancarios. En el anuncio se observa a una pareja de hermosos rubios (de diferentes tonalidades pero canchitos los dos). Al lado de estos collares blancos un perro de pura raza labrador, dorado como el sol. Debajo de ellos se lee una frase que si mal no recuerdo maneja un eslogan que dice: “Become part of “the city””
Yo no pude dejar de pensar nada más y nada menos que mi Barrio de Guate, ese barrio que vi crecer poco a poco mientras yo crecía también. A lo largo de los años vi carteles verde fosforescentes que manejaron eslogan tales como ese. El primero decía: "Yo soy la Ciudad". Hasta el ahora evolucionado “Tú eres la Ciudad”.
Pero al que lea esto, se le debe advertir leer también las letras pequeñas.
Yo soy la ciudad si llevo un apellido que me da un linaje. Yo soy la ciudad si soy un servil clasemediera de la oligarquía con aspiraciones locales y llenas de clichés utópicos e hipócritas, yo soy la ciudad si me dejo fotografiar con mi herencia milenaria y sagrada por estúpidos e impresionables turistas, yo soy la ciudad si le pago a una cholera un salario mínimo por lavar mis porquerías, yo soy la ciudad si lo único que se decir, es “sí”, o “ahora ya estuvo”, yo soy la ciudad si me dejo guiar por ese mismo eslogan que quiere entorpecerme y decirme que está bien, y es lo correcto autocolonizarme.
Y a los que no aplicamos o no calificamos, pues no nos queda más remedio que leer las letras pequeñas del anuncio como cuándo nos llega el recibo de nuestra primera tarjeta de crédito. (Que por cierto fue inventada por un guatemalteco) a nosotros que el término gentrificación nos ha perseguido como la idea del Coco que persigue a una niño de cinco años. Nosotros, los shumos que nos callan a golpes (Golpes bajos) no nos queda más que salir de la escena como cuándo Mario Bros pierde su última vida y cae afuera de la pantalla con una tonada definitiva y burlona, y seguir peleando desde lejos.
viernes, 31 de enero de 2014
La Candelaría
En esa ocasión me encontraba en Bogotá por un proyecto de arte cuándo recibí un correo de Frank que me contaba que iría a la Candelaria a hacer una crónica de la Ciudad, que dejaría su caribe para ir a hacer un relato sobre sus "experiencias".
A mi personalmente me parecía una ciudad triste y más bien monótona pues no la conocía muy bien por que el frío me daba unos cólicos terribles que no me permitían salir de mi apartamento.
Fue la segunda vez que pisé tierras colombianas, la segunda vez que pasaba por esa terrible aduana del aeropuerto en donde me retenían por horas por ser haber nacido en un pueblito tercermundista que se ahoga ahora en un gobierno militar. Esta vez viajé con una maleta llena de yerba mate pues volé desde Buenos Aires y como buena turista extasiada llevaba regalitos cursis a mi familia. Con mi aura de eterna de resaca, mis respuestas cortas y mi cara de puta la yerba parecía una mala idea.
Con ese recibimiento entrar a Bogotá era como entrar con agruras a un consultorio del dentista, eso, mezclado con el frío hacía la ciudad un poco insoportable.
Varías semanas estuve por mi cuenta hasta que un día recibí una llamada que gritaba: Ednita (Repetidas veces) tratando de diferenciarse del sonido ambiente que era bajo. Me acordé de mi madre. Era Frank, finalmente arribó a Colombia y estaba presentando su libro en una universidad fresa.
Jhon Galán Casanova, (Leyó usted bien) y Lily le acompañaban. Yo le tenía un especial cariño a Lily así que me alegró encontrar a ese "corillo" junto.
Yo me encontraba en una feria de Arte en un centro de convenciones gigantesco parecido a la nueva iglesia de Cash Luna.
Había todo tipo de gente en ese lugar, mucha gente elegante (Mi amigo Joan me dijo alguna vez que a la gente "elegante" les quitas la ropa, les tomas una polaroid, y ahí tienes a un grupo de nativos) que entraron con la nariz para arriba y acabaron vomitando en los arriates de la entrada al parqueo. Como era un evento hecho para vender arte a los coleccionistas, la estrategia era llenarlos de alcohol, sacarles el número de tarjeta, el número de seguro social y un poco de la dignidad que era compensada a cambio de un trofeo intelectual de una buena galería, así que el brebaje era infinito. Salúd!
Yo veía el vino, me sabía a vinagre, y en mi cabeza solo saboreaba esa cerveza barata con limón que tanto me gusta.
A las ocho de la noche los hombres asistentes bajaban la cabeza saludándose mutuamente, a las once me hacían comentarios obsenos y subían las cejas. Estaba con el gringo (mi esposo) que aseguraba que esa falta de respeto era debido a mis tetas de fuera y mis tacones tan altos tan provocativos (Como si estuvieras buscando una cogida (!!) ).
A mi personalmente me parecía una ciudad triste y más bien monótona pues no la conocía muy bien por que el frío me daba unos cólicos terribles que no me permitían salir de mi apartamento.
Fue la segunda vez que pisé tierras colombianas, la segunda vez que pasaba por esa terrible aduana del aeropuerto en donde me retenían por horas por ser haber nacido en un pueblito tercermundista que se ahoga ahora en un gobierno militar. Esta vez viajé con una maleta llena de yerba mate pues volé desde Buenos Aires y como buena turista extasiada llevaba regalitos cursis a mi familia. Con mi aura de eterna de resaca, mis respuestas cortas y mi cara de puta la yerba parecía una mala idea.
Con ese recibimiento entrar a Bogotá era como entrar con agruras a un consultorio del dentista, eso, mezclado con el frío hacía la ciudad un poco insoportable.
Varías semanas estuve por mi cuenta hasta que un día recibí una llamada que gritaba: Ednita (Repetidas veces) tratando de diferenciarse del sonido ambiente que era bajo. Me acordé de mi madre. Era Frank, finalmente arribó a Colombia y estaba presentando su libro en una universidad fresa.
Jhon Galán Casanova, (Leyó usted bien) y Lily le acompañaban. Yo le tenía un especial cariño a Lily así que me alegró encontrar a ese "corillo" junto.
Yo me encontraba en una feria de Arte en un centro de convenciones gigantesco parecido a la nueva iglesia de Cash Luna.
Había todo tipo de gente en ese lugar, mucha gente elegante (Mi amigo Joan me dijo alguna vez que a la gente "elegante" les quitas la ropa, les tomas una polaroid, y ahí tienes a un grupo de nativos) que entraron con la nariz para arriba y acabaron vomitando en los arriates de la entrada al parqueo. Como era un evento hecho para vender arte a los coleccionistas, la estrategia era llenarlos de alcohol, sacarles el número de tarjeta, el número de seguro social y un poco de la dignidad que era compensada a cambio de un trofeo intelectual de una buena galería, así que el brebaje era infinito. Salúd!
Yo veía el vino, me sabía a vinagre, y en mi cabeza solo saboreaba esa cerveza barata con limón que tanto me gusta.
A las ocho de la noche los hombres asistentes bajaban la cabeza saludándose mutuamente, a las once me hacían comentarios obsenos y subían las cejas. Estaba con el gringo (mi esposo) que aseguraba que esa falta de respeto era debido a mis tetas de fuera y mis tacones tan altos tan provocativos (Como si estuvieras buscando una cogida (!!) ).
Supe que era momento de escapar así que llamé a Frank y le dije que estaba lista para irme. Le pregunté en donde estaban.
Dijeron el nombre de un famoso restaurante de la Macarena que vendía una deliciosa comida fusión.
Cogí el primer taxi que se apareció y llegué en minutos. Ahí había una guapísima mujer afroamericana que no me dejó entrar al restaurante. Lily llegó al rescate.
Ya adentro un grupo grande (Y aburridísimo) de pedagogos y gente de las "letras" (Ahí viene la A, con sus dos patitas muy abiertas al marchar) que parecía que habían visto al fantasma de las navidades pasadas cuándo me asomé. Abracé a Lily, a Jhon y por último a Frank. Al resto les tiré un beso.
Pareció que mi llegada fue la señal divina para romper filas. (Aquí se rompió un calzón, se pasó de sazón).
Con el alcohol asomándose y con ganas de fiesta caminamos hasta un pequeño club de música cubana que tocaba a la Fania All Star a todo volúmen en un lúgubre cuarto de cinco por cinco metros que acumulaba las cajas de "Poker" y "Costeña".
Yo le dije a Frank que tenía que ser mi compañero de baile, que como era caribeño íbamos a destrozar la pista.
Jhon y Lily con una falsa modestia nos dijeron que no querían bailar que eran malos, pero lo harían para gozar la fiesta.
En un santiamén Jhon Galán Casanova hizo honor a su libidinoso nombre y se tiró como Oscar de León a la pista a comerse a todo lo que estuviera cerca, y Lily como es tan bella, no le faltó el ritmo.
Yo salí a la pista con Frank que finalmente bailó como un robot, tieso y gris.
Pero como yo le quiero tanto y es mi amigo entrañable le seguí el paso.
Bailamos, yo abracé a Frank, tan querido, sus ojos cafés, brillantes de tanto alcohol, bebimos, hablamos de poesía, de arte, de el amor, del odio, del matrimonio, de cerveza, de tequila, de Guatemala, de la Dominicana, de Regina, de Rosa, de Chris, y cuándo hablamos de Chris, me di cuenta que tenía que irme al hotel a cumplir con mis obligaciones maritales. Además la habitación del hotel era hermosa y carísima y no quería desperdiciarla. Había espejos como los de un motel barato así que con el marido emulábamos cuándo nos conocimos e íbamos a coger al Omni. Era como revivir (y trara de rescatar) la pasión.
Salimos del bar, mis tacones retumbaban en el piso de madera con cada paso.
Un taxi se asomó, el conductor se parecía al personaje de Robert de Niro, versión latina, personificando su propio papel. Agudo, rancio, cansado y empericado hasta por el culo.
Confiamos en él y nos montamos.
Nos perdimos, nos encontramos, y nos volvimos a perder.
Llegamos.
Abracé a Lily, abracé a Jhon, abracé a Frank, le dí un largo abrazo pues supe que no le vería por mucho tiempo, y que no le veré por otra coincidencia que no sea planeada.
Llegué al loby entre tropezón y tropezón y el recepcionista me dijo:
-¿Ya ve? Le dije que si salía tan arreglada y guapa, se iba a perder en la noche y llegar tan contenta.
Dijeron el nombre de un famoso restaurante de la Macarena que vendía una deliciosa comida fusión.
Cogí el primer taxi que se apareció y llegué en minutos. Ahí había una guapísima mujer afroamericana que no me dejó entrar al restaurante. Lily llegó al rescate.
Ya adentro un grupo grande (Y aburridísimo) de pedagogos y gente de las "letras" (Ahí viene la A, con sus dos patitas muy abiertas al marchar) que parecía que habían visto al fantasma de las navidades pasadas cuándo me asomé. Abracé a Lily, a Jhon y por último a Frank. Al resto les tiré un beso.
Pareció que mi llegada fue la señal divina para romper filas. (Aquí se rompió un calzón, se pasó de sazón).
Con el alcohol asomándose y con ganas de fiesta caminamos hasta un pequeño club de música cubana que tocaba a la Fania All Star a todo volúmen en un lúgubre cuarto de cinco por cinco metros que acumulaba las cajas de "Poker" y "Costeña".
Yo le dije a Frank que tenía que ser mi compañero de baile, que como era caribeño íbamos a destrozar la pista.
Jhon y Lily con una falsa modestia nos dijeron que no querían bailar que eran malos, pero lo harían para gozar la fiesta.
En un santiamén Jhon Galán Casanova hizo honor a su libidinoso nombre y se tiró como Oscar de León a la pista a comerse a todo lo que estuviera cerca, y Lily como es tan bella, no le faltó el ritmo.
Yo salí a la pista con Frank que finalmente bailó como un robot, tieso y gris.
Pero como yo le quiero tanto y es mi amigo entrañable le seguí el paso.
Bailamos, yo abracé a Frank, tan querido, sus ojos cafés, brillantes de tanto alcohol, bebimos, hablamos de poesía, de arte, de el amor, del odio, del matrimonio, de cerveza, de tequila, de Guatemala, de la Dominicana, de Regina, de Rosa, de Chris, y cuándo hablamos de Chris, me di cuenta que tenía que irme al hotel a cumplir con mis obligaciones maritales. Además la habitación del hotel era hermosa y carísima y no quería desperdiciarla. Había espejos como los de un motel barato así que con el marido emulábamos cuándo nos conocimos e íbamos a coger al Omni. Era como revivir (y trara de rescatar) la pasión.
Salimos del bar, mis tacones retumbaban en el piso de madera con cada paso.
Un taxi se asomó, el conductor se parecía al personaje de Robert de Niro, versión latina, personificando su propio papel. Agudo, rancio, cansado y empericado hasta por el culo.
Confiamos en él y nos montamos.
Nos perdimos, nos encontramos, y nos volvimos a perder.
Llegamos.
Abracé a Lily, abracé a Jhon, abracé a Frank, le dí un largo abrazo pues supe que no le vería por mucho tiempo, y que no le veré por otra coincidencia que no sea planeada.
Llegué al loby entre tropezón y tropezón y el recepcionista me dijo:
-¿Ya ve? Le dije que si salía tan arreglada y guapa, se iba a perder en la noche y llegar tan contenta.
viernes, 22 de noviembre de 2013
Joshua
Camino a su casa pensaba en qué prepararía para que él
cenara esa noche. Había tráfico en medio de la Ciudad. Yo estaba dentro de un
taxi amarillo que reflejaba las luces rojas en el brillante e impecable vidrio
de la ventana. Pasamos alrededor de 25 minutos en el tráfico hasta que nos acercamos
a la zona en que Ramiro vivía.
Cuando llegué me recibió de una manera extraña. Me saludó lejanamente y besó mi cuello, cosa que jamás había hecho. Traté de besar sus labios de manera más íntima, pero me detuvo y me preguntó si salía con alguien más.
No me esperaba eso. Así que le respondí que no. Que por el momento solo salía con él y que me gustaba así.
Él me alejó y dejó salir unas palabras muy crueles para mi situación sentimental: Deberías de salir con alguien más. Creo que sería mejor así para ambos. Estar con una persona exclusivamente no es algo que me apetece hacer ahora.
Me quedé helada, pero lo entendí.
Le dije que si quería estar con más personas, estaba bien.
Cuando llegué me recibió de una manera extraña. Me saludó lejanamente y besó mi cuello, cosa que jamás había hecho. Traté de besar sus labios de manera más íntima, pero me detuvo y me preguntó si salía con alguien más.
No me esperaba eso. Así que le respondí que no. Que por el momento solo salía con él y que me gustaba así.
Él me alejó y dejó salir unas palabras muy crueles para mi situación sentimental: Deberías de salir con alguien más. Creo que sería mejor así para ambos. Estar con una persona exclusivamente no es algo que me apetece hacer ahora.
Me quedé helada, pero lo entendí.
Le dije que si quería estar con más personas, estaba bien.
Me dijo que si estaba bien. Yo le dejé ir una confesión que
pareció tomar a la ligera: Te amo. No quiero estar con nadie más que contigo,
pero sé entender que no ha pasado mucho tiempo desde que este… romance empezó.
Solo quiero tu felicidad, y estar con el hombre que amo. Aunque las condiciones
no sean las mejores ahora.
-“Muy bien”. Respondió.
Cenamos y luego hicimos el amor.
Cada vez que terminábamos de tener sexo él solía tomar un
café que preparaba cuidadosamente con dos filtros de café al momento que yo
llegaba a casa. Como anticipándose al hecho del coito y su inclinación a ser un
ser de costumbres.
Ese día bebió el café en la mesa y no en la cama. Él sabía que mi corazón estaba un poco roto así que evadió el hecho que no tendría que oír mis reclamos pero que mi energía luego del sexo sería más bien melancólica.
Ese día bebió el café en la mesa y no en la cama. Él sabía que mi corazón estaba un poco roto así que evadió el hecho que no tendría que oír mis reclamos pero que mi energía luego del sexo sería más bien melancólica.
No me quedé a dormir.
Durante los siguientes días quise esconder de mis pensamientos de lo que había pasado esa noche así que traté de distraerme con otras cosas.
Casi no hablé con él durante varios días. En esa semana hicimos el amor dos veces y luego él bebió café, cómo siempre.
A pesar de que la relación se había opacado desde el último acontecimiento, nuestra intimidad parecía no haberse visto afectada en lo más mínimo.
En ese punto, darle placer era una de las cosas que más me llenaba sin importa que, y con su placer surgía el mío.
Aproximadamente una semana después me di por vencida, y como nadie sabía que estaba con él, seguía recibiendo constantes invitaciones de hombres para ir por un trago o ir a cenar.
Decidí aceptar una de ellas, con un sentimiento de resignación.
El hombre con el que saldría era un atractivo hombre más bien excéntrico. Tenía muchas actividades al lado de su carrera pues contaba con bastante tiempo libre y una pequeña fortuna.
Como de sorpresa Ramiro me llamó esa noche preguntándome si hacíamos lo mismo que hacíamos siempre. Comer, charlar, coger y beber café.
Durante los siguientes días quise esconder de mis pensamientos de lo que había pasado esa noche así que traté de distraerme con otras cosas.
Casi no hablé con él durante varios días. En esa semana hicimos el amor dos veces y luego él bebió café, cómo siempre.
A pesar de que la relación se había opacado desde el último acontecimiento, nuestra intimidad parecía no haberse visto afectada en lo más mínimo.
En ese punto, darle placer era una de las cosas que más me llenaba sin importa que, y con su placer surgía el mío.
Aproximadamente una semana después me di por vencida, y como nadie sabía que estaba con él, seguía recibiendo constantes invitaciones de hombres para ir por un trago o ir a cenar.
Decidí aceptar una de ellas, con un sentimiento de resignación.
El hombre con el que saldría era un atractivo hombre más bien excéntrico. Tenía muchas actividades al lado de su carrera pues contaba con bastante tiempo libre y una pequeña fortuna.
Como de sorpresa Ramiro me llamó esa noche preguntándome si hacíamos lo mismo que hacíamos siempre. Comer, charlar, coger y beber café.
Por un momento pensé en decirle que sí y cancelarle a
Joshua. Pero puse un pié sobre el otro y le dije que no podía.
-¿Saldrás con alguien más? Me preguntó.
-¿Saldrás con alguien más? Me preguntó.
-Trataré. Dije.
-Muy bien, llámame mañana. Y colgó.
Cuándo se acercaba la hora de salir de casa y encontrarme
con Joshua recibí otra llamada de Ramiro quién avisaba que pasaría a traer la
cámara que me había prestado pues la usaría con su hija esa noche.
Le dije que estaba bien. Que llegara en cuánto antes.
Quince minutos exactamente después el automóvil corinto de Ramiro estacionó afuera.
-Hola. Dije. ¿Quieres pasar o quieres que la traiga afuera?
-No, creo que entraré solo 5 minutos. Quiero algo de beber, pero no quiero retrasarte. Respondió.
Le dije que estaba bien. Que llegara en cuánto antes.
Quince minutos exactamente después el automóvil corinto de Ramiro estacionó afuera.
-Hola. Dije. ¿Quieres pasar o quieres que la traiga afuera?
-No, creo que entraré solo 5 minutos. Quiero algo de beber, pero no quiero retrasarte. Respondió.
-Muy bien.
Al entrar Ramiro me vio de pies a cabeza.
Mira nada más. Qué guapa te has puesto. Como cuándo salíamos las primeras veces o cuándo llegas a casa con alguna lencería nueva.
Al entrar Ramiro me vio de pies a cabeza.
Mira nada más. Qué guapa te has puesto. Como cuándo salíamos las primeras veces o cuándo llegas a casa con alguna lencería nueva.
Ese comentario me molestó un poco. Me sentí un poco invadida
y a la vez confundida. Estaba en una situación en la cual yo no quería estar,
la busqué por despecho y ahora sentía que se reía frente a mí.
Ramiro se acercó a mi ordenador y se sentó frente a él.
Un mensaje en el chat de Facebook se asomaba.
-“Te veo en una hora allá”.
Un mensaje en el chat de Facebook se asomaba.
-“Te veo en una hora allá”.
-¿Joshua? ¿Es él con quién saldrás?. Me interrogó Ramiro.
-Sí. Respondí con un poco de desinterés.
-¡Oh mira nada más! Que buen partido. Te has buscado uno más
joven que yo.
-En realidad es un par de años mayor que tú.
-Jajaja, ¡Caramba! Tengo que comenzar a salir a correr.
-¿Querías la cámara o molestarme?
-¿Te molesta que esté acá?
-Sí y no. Te amo tanto, pero me hieres con tu sarcasmo.
Quiero hacer lo que tú me pediste. Por favor. Si no quieres nada más, vete.
Hablemos mañana.
Se levantó de la silla y me tomó de la cintura. Me dijo: -¿Ya
te vas?
Con más fuerza, acercó su pecho al mío y comenzó a besarme. Yo me dejé llevar.
¿Qué más me permitía mi corazón acorazado hacer?
Con más fuerza, acercó su pecho al mío y comenzó a besarme. Yo me dejé llevar.
¿Qué más me permitía mi corazón acorazado hacer?
Me besaba con pasión, su lengua pasaba de mi boca a mi
cuello, el olor de su saliva comenzó a excitarme. Quitó mi cabello del pecho y
con movimientos suaves empezó a desabotonar la blusa verde que llevaba ese día.
Un brasierre rosado con encaje negro quedó al descubierto. Con más primor bajó sus manos hasta mi falda y la bajó lentamente hasta que se descubrió una braga de encaje negro que dejo caer desde mi cadera hasta donde mis tobillos se encontraban con mis tacones.
Un brasierre rosado con encaje negro quedó al descubierto. Con más primor bajó sus manos hasta mi falda y la bajó lentamente hasta que se descubrió una braga de encaje negro que dejo caer desde mi cadera hasta donde mis tobillos se encontraban con mis tacones.
Me dio la vuelta y comenzó a lamer con fuerza mi vagina
desde atrás.
No pude resistirlo y lancé un gemido al sentir el tibio aliento de Ramiro adentro de mí.
No pude resistirlo y lancé un gemido al sentir el tibio aliento de Ramiro adentro de mí.
Como quién está descubriendo por primera vez un cuerpo ajeno
me sentía como una niña en un parque de diversiones.
Dejé que me penetrara un poco antes de inclinarme hacía él y
comenzar a darle una felación.
Me puse en mis rodillas de espaldas a un espejo y le pedí a
Ramiro que se hincara también. Puse mis manos en el suelo también y comencé a
masturbarme mientras le daba sexo oral.
Lo sentía ahí. Más íntimo que nunca, más vulnerable. Más
cercano a mí.
Me puse de pié y Ramiro se recostó en la cama, su erección
era hermosa.
Subí a la cama y me puse en cuclillas hasta quedar de
espaldas sobre él. Le pedí que lamiera mi sexo mientras yo me movía sobre él.
Puse saliva en mis manos y comencé a masturbarlo.
Después de unos minutos sentí como su miembro se hinchaba
cada vez más, sentía los latidos de la sangre llagar a mis manos.
Me paré mientras él me seguía con la mirada, me quité los
tacones y me puse de rodillas al frente suyo. Saboreé su pene por una última
vez y me senté sobre él.
Mientras me movía de arriba abajo pensaba en la primera vez
que lo vi.
Yo estaba en una librería de un centro comercial y él llegó
con un amigo mío. Lo supe desde el primer momento. Recordé la sensación que
tuve al acercarme a saludarle. Su voz, su olor. Era la misma sensación que
sentía en ese momento al sentir su sudor resbalando por mi cuerpo y
encontrándose con el mío.
Estaba a punto de venirme cuándo me levanté y me puse sobre
la cama, agarré mis piernas, las abrí al frente suyo y le pedí que me hiciera venir. Le supliqué
que él me diera un orgasmo, que por favor, me hiciera venir con un orgasmo
suyo.
Se puso sobre mí sujetándome casi violentamente y me penetró.
Comenzó a moverse despacio, despacio, luego con más fuerza, hasta que soltó un
gemido y yo sentí su orgasmo, sentí como recorría, tibio, adentro de mi e hizo
que me viniera en el momento.
Al terminar lo empujé afuera de mí.
Ramiro me besó de nuevo y en un rato se quedó dormido.
Esta vez, no tomó café.
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