miércoles, 28 de mayo de 2014

Crisis de identidad.

Cuando hablo de Guatemala me es más que difícil estructurar mis ideas en una sola línea.  En mi imaginario visual, se viene a mi cabeza un pueblo fantasma congelado en el tiempo.
Somos la mamá que emplástica los muebles de la casa para que duren durante generaciones, que esconde bajo el amarillo y percudido forro una tela intacta pero que no sirve de nada.
Hemos llegado al ridículo punto de construir una burbuja para los ricos llamada “Condado Cayalá” que vendría a ser como el parque de diversiones para la oligarqía y burguesía de Guatemala.

Luego de su presidencia, periodo en el que “se firma “LA PAZ”“, en Guatemala, Alvaro Arzú se convertiría en el alcalde estatal de la Ciudad de Guatemala. En su mando comenzaría el corto proceso de gentrificación del centro de la Ciudad. Esta manera efectiva de subir la plusvalía de las olvidadas propiedades de las familias criollas de Guatemala en el centro. Este lugar se convertiría en una de las más atracciones turísticas que limitan al ciudadano común a convertirse en fan del patriotismo estético.
Esa gente que es fanática de “La Sele”, de Carlitos Peña o Fabiola Rodas y brinda orgullosamente con una gallo en la mano o con una tropical Quetzalteca de horchata.

 El ciudadano promedio en Guatemala, también está sedado por un medio retrógrada, como lo es, la caja Boba, o la televisión. Nuestra identidad nacional no las dan anuncios de automóviles o promociones de cerveza. Promovemos productos nacionales como alcohol o pollo frito en vez de prestar atención a las empresas auto sostenibles de textiles o exportadores de vegetación que aún no ha sido contaminada por transgénicos.

No enorgullecemos de “La Miss Guatemala” y nos burlamos de nuestro premio Nobel, Rigoberta Menchú. Alagamos a la hija de Rios Montt por su belleza y nos burlamos de Paz Paz por verse más como un ciudadano común guatemalteco. Somos los que tiramos la piedra y escondemos la mano, somos la paria que traemos incrustado el racismo en el tuétano. Somos los que preferimos que maten a los niños de la calle antes de dar cinco quetzales de nuestra bolsa para reinsertarlos.
Despreciamos a los homosexuales de nuestro desfile y alabamos a Ricky Martin y vemos que “haya salido del closet” como un acto de valentía.
Envenenamos a los perros callejeros pero nos indignamos cuándo vemos un vídeo de youtube en donde un tipo en España quema vivo a un gato.
Negamos el genocidio en Guatemala pero le damos seguimiento al caso Rosemberg con el corazón en la mano. Despreciamos a los indígenas por representar a nuestra cultura de la manera más pura pero nos “disfrazamos” de inditos para el 12 de diciembre.
Negamos nuestra cultura pero profesamos una religión basada en el sincretismo.
Celebramos navidad, celebramos Hallowen, celebramos las procesiones.


La verdad es que somos un pueblo tan desbordante de identidad, que la negamos totalmente.

Somos un homosexual atrapado en el cuerpo de un hombre.
Somos un embarazo indeseado.
Somos un aborto espontáneo.

Queremos pero no podemos.
Podemos, pero somos perezosos.

Somos el patético comentario de Facebook debajo de una foto de la invasión a la Puya que dice.
“Elevo mis oraciones por ellos, que Dios los proteja”.

1 comentario:

moprix dijo...

La causa sistemica en Guate es muy parecida a la de tiquicia.

Si algun dia quieres hablar por Skype te cuento proyectos que estoy trabajando para conseguir cambios.