viernes, 15 de noviembre de 2013

De vuelta al pueblo.

Es temprano, la luz entra a la habitación como la Santa Anunciación de Maria.
No puedo hacer nada mas que mover mis parpados para evitar la luz.
Unos segundos después me doy la vuelta y arrastro mi rostro bajo las sabanas sucias de mi cama. Estoy sola. Siempre sola. Hay una paloma posada en el ventanal que me mira fijamente.
Suspiro para agarrar fuerzas y desde ese instante siento el desencanto entrar en mis costillas, boca y oídos. Pasa por mi espalda y llega hasta mi pie derecho que se acalambra con el movimiento que hago para levantarme.
Ya de pie pienso inmediatamente en mi hermana. La imagen de ella a esta misma hora sentada en una oficina comiendo una bolsa de papalinas saladas a escondidas.
Agua fría, tibia, caliente, hirviendo... Shampoo, acondicionador, jabón, pasta dental.
Afuera de la ducha con el cabello empapado y solo unos calzones de mil pesos y unas sandalias fosforescentes como trabajadora sexual debajo de una tormenta, salgo corriendo a la habitación de regreso.
Me siento frente al espejo. Cada día me parezco mas a mi madre después de separarse de mi papa.
Un sombrero de lana a la cabeza antes de salir a la calle.
Camino hasta un cafetin sucio del centro. La mujer me atiende frunciendo la boca y me dice que si necesito usar el servicio sanitario tengo que pedir servilletas y una llave en recepción.
Pido una aromática, que llega en un azafate que dice I Love Atlanta.
La mesera quita unas migajas con un trapo sucio y húmedo y pone la taza de agua tibia. Se saca del bolsillo dos cubitos de azúcar y los pone sobre la mesa. Se aleja, enfadada.
Saco un papel y un bolígrafo quebrado  de mi cartera y me dispongo a escribir. A lo lejos suena Gardel en un puesto de la calle. Por un instante al cerrar los ojos me siento otra vez en esa casa de techo alto con las paredes húmedas, las revistas viejas afiladas en una esquina, todo tiene un tono cafeson por la falta de luz. El ambiente caluroso, una cama con una sabana llena de bordados de animales, a un lado mi madre cantando: La noche que me quieeeeras..... haciendo un zurcillo a la falda empaletonada de mi uniforme. Yo desde una esquina con un juego de tacillas en miniatura sirviendo te imaginario pensando en el corto y escaso cabello de mi madre que huele a manzanilla cuando me abraza.
Abro los ojos y vuelvo a mi usual psicosis.
Veo por la ventana, hay un hombre en la calle, sentado con una guía turística. Sonrie conmigo, ¨parece de un pais desarrollado¨ pienso. Mis habilidades con los hombres se han ido desgastando poco a poco, o es que me he vuelto menos impresionable. Pienso en los últimos muchachos que se han acercado a mi y en mi falta de interés con ellos. Pienso en que yo soy el problema y de inmediato cambio de opinión.
De nuevo con los ojos en la hoja de papel, escribo sobre el humo que sale de la maquina de café, sobre la anciana lisiada que pide dinero a la salida del metro, sobre el amor antes del matrimonio, sobre perros enfermos y sobre la epifanía de la obsesión.
La mesera me interrumpe y me pregunta si quiero algo mas. La veo y pasa un segundo para que le responda que no. Ella es atractiva y me distraigo con su cara. Esta vez ella se aleja mas molesta.
Pago con un billete de suma grande. Espero el cambio. Lo espero. Espero siempre.
Pienso en ella de nuevo. Ya se habrá acabado las papalinas saladas. Y en este momento, se que también espera. Ella me espera a mi.

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