mientras me tomo un té desde el ventanal ingiero las ideas progresivas que me dan unas cuántas revistas,
Jd suena desde el cuanto de atrás, mi vecino es un compatriota de la post guerra,
acá, entre seda y cigarrillos observo a Anita dormir entre un nudo de sábanas, no le quiero perturbar el sueño, cortejo con el viento que se asoma y cierro el cortinón que cae desde el techo.
La vista en nauseabundamente basta, quiero dejar de fumar, a Anita le molesta, que menos quisiera yo que molestar a Anita.
Encuentro un corbatín de seda escondido entre un baúl lleno de cosillas antiguas, el corbatín era de mi mejor amiga. Le extraño tanto.
Cierro la puerta del piso y salgo a hurtadillas, Anita me escuchó salir, mis tacones altos me delataron,
-Estás tensa Anita, suelta tus manos, le dije.
ella se arropó entre las sábanas y siguió su sueño en los suelos de madera.
Salí, mi vecino estaba en la puerta de su apartamento, le saludé con una gesticulación manual e incliné la cabeza, siempre me recordó a Marcello Mastrioianni, una delicia de hombre maduro.
Anita acostumbraba a salir con ese tipo de hombres a mi ya me habían dado un escarmiento, por eso ahora solo les veía de lejos y les sonreía fríamente, el viejo protocolo de familia ya había quedado atrás.
Me asomé hasta el elevador, se acercaba un poco el olor de la calle, habían ventas de comida en toda la manzana siguiente, el ruido era inconfundible al de un domingo en el parque central, me provocaba ir a deambular a los lugares lindantes del edificio.
Una hora después caí en cuenta de la situación superficial en la que estaba metida, y en lo bien que se sentía.
2 comentarios:
aaaaaaaaah los hombres maduros!!! y los amores jovenes....
mmmmmmmm
ay no mejor no opino.
Te dejo un saludo grande.
Ufff...., los hombres maduros, así es Abril, es así.
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