Bajó temprano por un procesador de comida, llevaba un largo vestido verde que remojaba las enaguas en los charcos de las aceras, estaba de muy mal humor, esa tarde le tocaría enterrar un gato que había tenido que ver morir el día anterior.
Al llegar a casa se quitó los tacones, fué hasta el refrigerador y tomó un poco de jugo de mandarina y lo mezcló con unas gotas de limón. Lo bebió de a poco y comenzó a leer un libro de Roberto Bolaño.
El calor comenzaba a pasar con la tarde, las pancartas en las calles, los anuncios en el periódico, la radio y la publicidad de internet deseaban una alegría generacional, un canto feminista, la identidad de una mujer.
Ella sacó de su armario una bolsita con cigarrillos y encendió uno cerca de la ventana.
Mientras veía sus pies pensó en su femineidad, a ella la hacía sentir mujer un tipo con billetes de cien.
La aceptación fué su placebo.
2 comentarios:
Genial,los placebos de la vida no se ven pero como sirben, feliz dia de la mujer ya de noche.
Raro el feeling que da estar como la gran puta en el tráfico por una manifestación en pro de las mujeres (?) que nada gana, excepto para los oenegeros que tienen que justificar su plaza.
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