jueves, 3 de junio de 2010

El hombre de mi vida

Aquella cara delgada se acercaba hacía mi, pálida y enferma, 
parpadeaba de cuándo en cuándo, 
no habían ni veinte años en aquellos ojos, 
el reflejo plateado en las pupilas.

Vivir de recuerdos es difícil cuándo todos son encontrar a un extraño, 
enfrentar las esperanzas que pasaron de posibilidades a sueños sin cumplir, 
hoy, camino, con pasos ligeros, salpicándome, 
extrañando a el muchacho de dentadura perfecta que me hacía reír hace un año, 
que abrazaba en las noches cuándo tenía miedo, 
cuándo volvía a casa a enredarme entre sus brazos y llorar en silencio.


Cocinar descalza mientras oía flamenco, darme duchas largas en las noches, 
en aquella tina donde el muchacho lloraba mientras el agua corría y aún así lo alcanzaba a oír, 
miedo, inseguridad, pasión, desconsuelo, luces tenues desde aquel apartamento de la vieja calle,
envolver esas memorias en una rosa seca, y tratar de guardarla en un libro. 

Esta tarde mi nostalgia hace memoria de ese muchachito delgado y alto que supo acompañarme cuándo tenía miedo de los días, de el retorno, de los llantos y arrepentimientos, del alcohol, bailar en el silencio y en la oscuridad, mientras recorro con mi mano el viento de tu boca, mezclado con humo de cigarro, 
él perdió su vida, a su amor junto con su inocencia, y aún así conserva mi corazón dañado que se rehusa a recibir a alguien,  
y yo, perdí en su compañía mi ingenuidad y un poco de la ilusión que guardaba para compartir con él en las noches, mientras reíamos y nos tomábamos de las manos, mientras aprendíamos a caer y mientras él se rehusaba a aprender a juzgarme.

2 comentarios:

Prado dijo...

son las once y cincuenta y seis y todavía sigo jodido. "Vivir de recuerdos es difícil cuando todos son encontrar un extraño". Esa frase me palpita en el oído medio.

Lester Oliveros dijo...

parece un solo de violín.