sábado, 10 de julio de 2010

23:10

Es tarde en Antigua, en la ciudad, en todos lados.
La grama parece despejarse de ese olor a verde, ese vaho casi imperceptible. 
Acá, conmigo, en el escritorio, nada más que una rosa seca. 
En el ordenador, un par, ó tres tipos, de esos que solo quieren hablar de sexo, o tenerlo.
La ventana permanece cerrada, igual que la puerta.

Me veo al espejo, el cabello suelto, las ojeras descubiertas, los ojos cansados.
Cuántos hombres tristes habrán visto lo mismo, a la misma hora, 
a esa chica acomodarse entre las sábanas, haciendo su cabello a un lado, 
respirando fuerte y sosteniendo un libro. 

Esta noche, esta vez, he decidido guardar esa imagen solo para mi, 
mi reflejo será solo mío, la sábana me arropará solo a mi.
Quitarme el maquillaje, el brasiere, los zapatos, 
y hacerlo a solas.

Está bien, 
mientras dure.... (.).

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