Cuánto odio yo, verte salir descalzo hablar de esas mierdas que tanto sabes, solo en calzoncillos, meneando la botella de un lado a otro y otra vez, y otra vez.
El taxi llegaba con retraso, estaba entre el marco y el pórtico esperándole.
Tu estabas tumbado en el sofá goteando el wiski y empujando a un lado al gato.
De tus cuarenta años veinticinco habías estado intoxicado. Dándole duro a eso, usando los mismos pantalones gastados de lona día tras día, gastando las camisas y esos zapatos, viejos y grises, cómo tu.
El taxi llegó, no pude dejar la casa sin besarte, mi amor.
2 comentarios:
no se si era el destino indicado, pero me dio risa, me encanto.
Gracias anónimo,
definitivamente no era el indicado,
pero era el que me gustaba.
Un abrazo.
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