otra vez.
Siempre le costaba respirar después.
Los días quedaban rezagados,
llenaba las horas,
entre saliva,
sangre y hematomas,
sexo vacío,
olvidable,
amor prescindible
y falta de culpa.
Otra vez,
despareció,
sin dejar más que un sabor en la boca,
a resignación,
desencanto,
y un ápice,
mínimo,
de esperanza.
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