La cabellera obscura y enredada de mi amado,
asemeja el nido de un zorzal delicado,
la cabeza prominente y acartonada
acaba en la frente de piel anaranjada,
sus profundos ojos son cafés y mezquinos
con el iris amarilla calcando los de un felino.
los labios en los que me desvanezco
exhalan siempre un vaho fresco.
El cuello le nace con tal mesura de la espalda,
como una estatuía de porcelana sobre una balda.
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