En casa de Lucía brota una flor,
de la asentada tierra casi llana.
Se encuentra Lucía viendo al ventanal,
codiciando esa sensación de melancolía,
hay paz en casa,
no falta nada,
ni Lucía.
Ausentase esa noche,
vigilando el sueño de algún mortal,
y empapándose con luz de luna,
a la intemperie.
La vedada angustia
permitió un sueño ligero.
El esbozo de el romance cegaba
a Lucía cegaba.
Quien es un ciego entonces,
con manos necias y oídos tenientes.
No se aspira ni el vaho,
del reflejo inexistente.
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