martes, 1 de diciembre de 2009

AA.

La mañana de el viernes era seca y fría, 
como una copa de vino blanco a solas.

Cuándo intenté salir de mi cama me topé con mi resignación, 
no había mucho que ver, 
solo me encontré con retazos de recuerdos que con el tiempo se parecían más una fantasía muy vulgar.

De algún modo había logrado separar la angustia con el remordimiento y lo que es verdaderamente es la soledad.

"Nunca debí de dejar de beber", pensé.

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