martes, 15 de diciembre de 2009

"Te voy a regalar un gato muerto".

La mañana era ascendentemente seca, sin embargo conservaba ese tono amarillento como simulando una atmósfera arenosa, la gente se paseaba en el centro apurada, la verdad me venía igual saber a donde se dirigían. Una manifestación sindicalista me atoró el paso entre la novena avenida y tercera calle, nunca me habían agradado los sindicalistas, ni las feministas, ni los perros caniche, eran todos ellos un tanto exagerados para mi gusto. 
Encendí un cigarrillo de mala gana, sabía que fumar me dejaría un mal sabor de boca, y como no había comido casi nada en cinco días posiblemente me marearía. 
Me adelanté un poco a mi rutina y decidí llamar a mi amigo, él acababa de volver de un largo viaje y sabía que le alegraría salir a tomar algo.
Nos encontramos en una esquina de la séptima avenida, él estaba más moreno y gordo, yo paralelamente más delgada, nos abrazamos al vernos, nos hacía bien nuestra compañía, también las pláticas progresivas y el aliento a licor.
Entramos a la tienda "Maya Quiché®", pedimos dos litros y dos vasos, también unas bolsas de Tortrix® y nos sentamos a charlar, la gente pasaba apurada como de costumbre, la verdad yo me sentía bien y relajada de estar ahí, era temprano así que bebimos despacio.
Alargaba la distancia entre trago y trago jugando con mi cartera.
Bebimos durante cuatro horas, la verdad que en todo ese tiempo no había hablado de mi, solo escuchaba las prometedoras aventuras de mi mejor amigo.
A las tres de la tarde decidí que tenía que comer algo o si no me desmayaría; pasamos al restaurante Altuna® y pedimos un jamón serrano y unas croquetas; las deboramos, pagamos y salimos. Estaba atardeciendo, así que pedimos un taxi y fuimos hasta la zona 10, yo le esperé en el taxi mientras compraba lo que necesitaba; volvimos a zona 1. 
Eran las ocho de la noche, la calle estaba casi vacía, no había nada abierto y los canchinflines se colaban entre nosotros.
-Compremos una botella de vino, sugirió mi amigo.
-No, le respondí, mejor una Jack Daniels, sugerí encima.
-No, vino, ala Ednita.
-Ok, vino será. 
Caminamos hasta el Super 24® y compramos la botella más grande y cara de vino que encontramos; la bebimos afuera del lugar.
Nos dió la medianoche en ese sitio, la calle estaba vacía, pero había muchas luces a lo lejos, eso nos motivó un poco.
-Feliz navidad me dijo mi amigo. 
Yo sonreí borracha. 

4 comentarios:

Prado dijo...

Tengo un culto a Jack Daniels y la literatura. Brindo por esas navidades. Genial blog. Salud.

Jorge Rodríguez dijo...

la tienda maya quiché yeahhh

David Lepe dijo...

To blog, que buen descubrimiento. Me gusta.

producto1606 dijo...

Julio,
el culto a Jack es una de las cosas que nos hacen sonreír para navidad, además de los momentos más absurdos, como quebrar un vaso. :)
Gracias.
Salúúúúúú!
Jorge,
Yeah, yo sabía que no era la única que tenía esa fijación.
David,
Gracias,
tu blog está genial, no lo conocía tampoco, me gusta también.