domingo, 20 de junio de 2010

Semananueva.

Es domingo de nuevo.
Estoy cansada y un poco malhumorada, el sol aparece por ratos y deja quemar mis piernas que se asoman a la ventana. Me fumo en cigarrillo mientras sostengo un libro de Rosseau que no leo.
La rutina está encendida otra vez esta mañana, me hastío, no hay nada nuevo, por lo menos para mi, nada que me sorprenda por detrás y me robe una sonrisa, nada que me impida fruncir la boca y tirarme de nuevo en la cama para dejarme aletargar por todo el día.

Quería aprender a tejer, así que dejé un hilo en las manos de la virgen de Comalapa. Aún no me ha llegado la inspiración divina.

Casi el mediodía, el teléfono suena, de nuevo, es el terrible hombre de la piel sedosa, 
-Qué quiere?, acaso no se da cuenta que estoy en un letargo al que yo misma he decidido buscar?.
-Oh pues, quería saber como estaba?, Sabe, he pensado mucho en usted...
-Coño!, qué ha pensado?, en la adorable forma en la que maldigo?.
(Demonios, colgaré).
De golpe colgué la llamada y me puse mi vestido de domingo.
Cogí la bolsa de mercado y salí caminando por la séptima avenida.
Compré un pretzel y lo devoré mientras caminaba, dejaba migajas en el camino.

Compré mangos y muchas verduras, pasé a la carnicería Lolita y compré la carne de la semana.
De camino a casa hacía un calor muy intenso.

Ya en casa saqué un par de puerros y los doré con salsa de mostaza, comí despacio mientras leía la prensa del día.

Sentí una ráfaga de soledad en ese momento, prendí un cigarrillo que me provocó náusea.



Un deseo que se retiene en la memoria veloz, 
ella no es tuya, al menos de esta forma.
Hay que guardarla bien, cuándo se pierden tantas.



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