sábado, 4 de diciembre de 2010

En el nombre del Padre.



Es el final que esperaba, la calle se alejaba, yo me quedaba en el mismo sitio.

Sentada en un banco de madera, recogiendo el vestido para que no se mojase con el agua de charco.

Me persigné, entonces, me recordé de Dios, de aquel que está en la alacena con una vela, con un vaso y una rosa seca,

ese Dios que es mío, porque yo lo inventé, a mi imagen y semejanza.

También, aquella cartela de la Magdala, ella me ayudaría al final, cuándo sepa cómo beber de todos, sin embriagarme.

Porque, no es malo mezclar.

Me dijo la Magdala, que la mejor manera de esquivar una pedrada, es bajando la cabeza,

pero yo, soy muy orgullosa.


1 comentario:

Pablo Hernández M. dijo...

cuando no se puede esquivar la pedrada hay que sangrar con estilo

saludos