sábado, 10 de noviembre de 2012

Réquiem.

Cuándo salí de la casa estaba ahí, tirada sobre un suéter.
Estaba sangrando. No supe que hacer. Llamé a la ambulancia desde mi celular. Mientras llegaba me acerqué a ella. Poniendo mis manos sobre su herida en el estómago. Leticia estaba vomitando sangre. Yo sostenía su cabeza y peinaba sus cabellos con mis manos. Estaba en shock. Ella lloraba, parecía que todo pasaba tan rápido. No entendía que estaba pasando. Por un momento pensé que estaba soñando y traté de despertar. No pude.
Ella gritaba y me decía que me amaba. Yo lloraba en silencio y la veía directamente a los ojos.
En un instante ella gritó, sentí la muerte en mis manos, contraerse, pelear, desfallecer mientras Lety luchaba contra ella.
Dejó de respirar, abrió sus ojos y escupió sangre.
La ambulancia llegó.
No pude subir a la ambulancia mientras trataban de revivirla. 
El viento estaba frío.
Perdí a mi alma gemela. 

La autopsia dijo que murió de tres balazos en el vientre. Que su cuerpo luchó por unos minutos antes de fallecer.
La autopsia también dijo que tenía moretes en las manos de forcejeo y una mordida en la mano. 

Una semana después intentaron violarme en la misma cuadra en que mataron a Leticia. Puse aérosol de pimienta en los ojos de uno y al otro le metí un balazo en la cara. Luego puse otro balazo en la cara del que se retorcia con el aérosol de pimienta.
La noticia apareció en la televisión. 

No escapé, no guardé el arma. Sólo confié en el mal sistema investigativo y en la poca atención que se le pondría al asesinato de dos jóvenes de clase media baja.

Un mes después me tatué el revolver 22 con la que maté a los tipos en mi brazo derecho.
En memoria de Leticia. 

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